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La ventilación, tarea pendiente contra los virus respiratorios: «Hemos olvidado lo aprendido en la pandemia»

La ventilación, tarea pendiente contra los virus respiratorios: "Hemos olvidado lo aprendido en la pandemia"

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Personas tosiendo en el transporte público o imágenes de las urgencias saturadas. Estamos teniendo flashes de aquella pandemia que nos obligó a aislarnos y que nos vuelven a recordar que los virus de transmisión aérea, como es el caso del SARS-CoV-2 (causante del coronavirus) y la influenza (causante de la gripe A), conviven con nosotros y sobreviven de invierno a invierno.

 

Basta con ir en un autobús o a un bar para detectar algunos escenarios de los repuntes de contagios: espacios cerrados y mal ventilados. Cada vez que hablamos, tosemos o cantamos, exhalamos algo más que aire: esparcimos multitud de gotículas, pequeñas partículas de líquido de diferentes tamaños. Las más grandes caen al suelo, sin embargo, las más pequeñas, conocidas como aerosoles, permanecen más tiempo. Son gotitas tan pequeñas que por el poco peso que tienen se quedan dando vueltas en el aire hasta que se secan.

«Hay poca cantidad de virus por cada gotita, pero al estar tanto tiempo en el aire llegan muy lejos: ahí está el problema», explica la científica del CSIC, Margarita del Val, a RTVE.es.

Esta semana hemos conocido que la incidencia de la gripe en Atención Primaria ha disminuido por primera vez en cuatro semanas, según los últimos datos del Instituto de Salud Carlos III, por lo que se podría haber alcanzado el pico de actividad la semana previa (última de diciembre). Pese a esto, la bajada ha sido más leve en la tasa global de infecciones respiratorias agudas, por lo que los expertos han aprovechado para alertar que la ventilación y la mejora de la calidad del aire son primordiales para reducir su cantidad en espacios cerrados, así como para fortalecer la salud de las personas.

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Calidad de aire en todas partes, no sólo en los hospitales

El frío del invierno nos empuja a estar más tiempo en estancias cerradas, por lo que los expertos llevan tiempo demandando una mayor conciencia sobre el aire que respiramos más allá de los lugares considerados como críticos (centros sanitarios, guarderías, laboratorios, entre otros). «Si nos importa el de los hospitales, ¿por qué no el del resto de sitios y el de nuestras casas?», se pregunta la directora de la Asociación de Fabricantes de Equipos de Climatización (AFEC), Marta San Roman.

Históricamente, cuando los edificios permitían el paso del aire con facilidad no era tan necesario el uso de sistemas mecánicos para moverlo. Pero en la actualidad, los edificios gozan de una mayor estanqueidad, por lo que no se filtra el aire por paredes, puertas y ventanas. Esto hizo necesario crear los sistemas de ventilación. «Aprendimos en el siglo XX que había que hacer los techos altos debido a la escasa salubridad de las viviendas y de los edificios. En algún momento lo olvidamos y se trataba de una opción muy saludable sin necesidad de perder energía», añade Del Val.

En 1902, el ingeniero Willis Haviland Carrier creó la primera máquina para enfriar y controlar la humedad del ambiente, ya que quería mejorar las condiciones de la industria de la imprenta. También empezaron a hacerse patios interiores en las viviendas para propiciar la ventilación cruzada, así como patinillos (huecos en los edificios) por los que circulaban los conductos de las instalaciones, mejorando así la habitabilidad de las viviendas.

Sin embargo, los expertos entrevistados para este reportaje apuntan a que poco quedan de esos hábitos que permitían tener un aire más limpio.

Del Val considera que si consiguiéramos mejorar la calidad del aire se podría reducir el nivel de virus infecciosos, nuestro sistema inmunológico podría entrenarse y los centros sanitarios no se colapsarían con la llegada del frío. «Un ejemplo podemos encontrarlo cuando nos aislamos por la COVID-19, ya que las comunidades del interior fueron las más castigadas. En la costa se ventila bastante por el tema del moho y eso les favoreció», añade la científica.

Edificios cada vez más «enfermos»

Un estudio realizado por la Organización Mundial de la Salud detectó que los trabajadores en ambientes mal ventilados tienen un mayor riesgo de sufrir enfermedades respiratorias como asma y rinitis. También destacó que los que pasan largas horas en espacios interiores sin una buena ventilación pueden experimentar síntomas como fatiga, dolor de cabeza y mareo.

Esto es lo que se conoce como el síndrome del «edificio enfermo», el conjunto de sintomatologías y enfermedades originadas o estimuladas por la contaminación del aire en los espacios cerrados. Son contaminantes no solo microbiológicos, como los virus que se transportan por los aerosoles, también químicos procedentes de estufas, productos de limpieza, etc.

A pesar de que este síndrome puede presentarse en edificios de construcción antigua, su proporción es mayor en edificios de nueva construcción o rehabilitados, según apunta la organización. En el mundo, hasta un 30% de estas edificaciones se consideran «enfermas», según la OMS.

 

«Cada vez construimos pensando más en la eficiencia energética, pero menos en la calidad del aire», apunta San Roman, quien defiende que es necesario llegar a un equilibrio. «Está muy bien el tema de aislar, pero si cierras esas pequeñas grietas que permiten que un edificio respire y se evite la concentración de humedad tendrás que compensarlo con un sistema de ventilación adecuado», explica la directora de AFEC. «En algunas ocasiones por ahorrar costes se deja esto para lo último», recalca.

Filtros como barreras contra las infecciones y otras tecnologías

Margarita del Val destaca que si la ventilación es fundamental es también gracias a los filtros que tenemos como barreras contra las infecciones que se pueden producir en los espacios cerrados. Algo que, en palabras de la experta, «entendimos muy bien durante la pandemia, pero lo acabamos dejando de lado».

Hoy en día existen multitud de tipos de diseños para mejorar la calidad del aire en interiores a nivel microbiológico, así como tecnologías de purificación, especialmente en los espacios públicos. «Considero que los mejores filtros son los HEPA 13 (filtro de aire de partículas de alta eficiencia), ya que no liberan ningún compuesto químico ni subproducto, son fáciles de instalar y relativamente baratos», opina la científica.

Sin embargo, nos encontramos ante una constante evolución de las infecciones, por lo que se requiere seguir investigando en tecnologías para poder reforzar los sistemas de ventilación ya establecidos. «En zonas de riesgo como quirófanos hay robots especiales que se mueven por el espacio y lo descontaminan gracias a la luz ultravioleta«, comenta el director de área de hospitales de la Agrupación Profesional Aire Limpio, Miguel Lopez-Ibor.

Este tipo de tecnologías, salvo en el caso de los hospitales que cuentan con una normativa más estricta, no están contempladas como obligatorias. «Son recomendaciones para que la calidad del aire sea mejor«, añade López, «y suelen aplicarse por iniciativas propias o privadas» en el resto de sitios, explica.

Rayos ultravioleta para desinfectar las salas de hospitales

Otra de las tecnologías que también corrió como la pólvora durante la pandemia fueron los famosos medidores de C02 con el objetivo de conocer el nivel de ventilación en los espacios, obligatorios durante un tiempo en lugares públicos cuando el coronavirus era incontrolable, pero que ya «han quedado relegados al cajón del olvido», opina San Roman.

Dispositivos que según expertos como el arquitecto especializado en climatización, Miguel Angel Campano, pueden ser útiles para poder saber cómo de contaminado puede estar el ambiente, así como para ofrecer datos en todo momento a las personas sobre la calidad del aire del sitio en el que se encuentran.

Primeros pasos hacia una normativa centrada en patógenos

«Imagínate que eres propietario de una residencia privada de ancianos y las normas te dicen que sólo es necesario la distancia, lavarse las manos y usar la mascarilla. Tú no vas a gastarte el dinero en comprar purificadores HEPA 13 de aire, ya que no hay ninguna norma que te lo pida», afirma Del Val. Esta viróloga considera que están muy bien las normas existentes sobre calidad de aire en interiores, pero que estas «no están pensadas para la calidad microbiológica«.

Hasta ahora el marco normativo se ha centrado en eliminar el exceso de olores producidos, normalmente, por la actividad humana, conocidos como bioefluentes, y, por otro lado, eliminar factores como la humedad que puede generar hongos, la presencia de químicos, etc. «El tema aerobiológico a nivel de transmisión de enfermedades ha estado completamente abandonado hasta ahora«, explica Campano.

Recientemente se ha aprobado una norma UNE (norma experimental creada por la Asociación Española de Normalización) de cumplimiento voluntario que busca regular los niveles de ventilación mínimos para evitar la generación de brotes epidémicos en espacios interiores de edificios no residenciales. «Nos hemos unido varios colectivos entre ingenieros, arquitectos y científicos para incluir todos los avances científicos a nivel de transmisión por aerosoles», añade este experto.

La calidad del aire en Europa mejora por la pandemia

Este documento voluntario recoge, entre otras medidas ya establecidas en otras normativas, los niveles pormenorizados que tiene que haber de CO2 en función de los tipos de espacios y la actividad que se realice en ellos. «El CO2 nos sirve como medidor directo de la eficiencia de la ventilación, por lo que es un gran paso para conseguir una mejor calidad del aire», afirma Campano.

La ventilación en espacios interiores es obligatoria por ley y la monitorización de C02 está contemplada en el Reglamento de Instalaciones Térmicas en los Edificios (RITE) como una forma de ventilación, pero, este arquitecto considera que no se ha informado bien a los usuarios. «Esta norma va a servir para concienciar a la gente y el próximo desafío es que vaya entrando en el marco normativo vigente. Espero que tarde o temprano lo haga», agrega.

Avances en otros países

Del Val también ve con buenos ojos esta nueva normativa no voluntaria, pero cree que aún hace falta más apoyo administrativo para implementarla y más cuando se refiere a nuestras casas. Ambos expertos destacan cómo en otros países como Ecuador o Estados Unidos están avanzando ya en esta materia.

«Cuando nos pusimos a investigar y a hacer nuestros cálculos para establecer los distintos niveles de CO2 para cada uno de los espacios, que luego exponíamos en conferencias, salió una norma en Ecuador calcada a la que estábamos haciendo», comenta sorprendido este arquitecto. La misma importancia que también se le está dando en Estados Unidos, donde Campano explica que ya se ha aprobado también una normativa centrada en la prevención de infecciones aéreas por la Sociedad Estadounidense de Ingenieros de Climatización (ASHRAE).

Tampoco hay que irse muy lejos para observar cómo las administraciones están poniendo el foco en mejorar la calidad de su aire en espacios públicos. En Bélgica establecieron los medidores de C02 como obligatorios en los espacios públicos, y en especial en hostelería, a partir del 2022. La ventilación y la calidad del aire se han convertido en una de las normas básicas en los Países Bajos.

«Sólo por el beneficio económico y en salud que supone este trabajo a la sociedad le conviene«, añade, «sin embargo, aún falta un proceso largo de concienciación antes de llegar a altas instancias».

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